Durante la Edad Media el pintor, al servicio de la iglesia, creaban imágenes que conmovieran la fe cristiana. Fondos dorados representaban el mundo divino, perpetuamente iluminado y alejado de lo terrenal, mientras que en el mundo terrenal las piedras preciosas, el colorido de las sedas deslumbraban la mirada de quien los observaba.

Los pintores, en su investigación por hacer que el color brillara, hallaron una nueva fórmula que sedujo a los comitentes más poderosos de la época.

El manejo de la técnica al óleo fue toda una revolución óptica y de negocio. Se expande una nueva técnica y lo que es más importante, un nuevo concepto sobre el valor del artista.

Artistas como Ven Eyck, Hans Holbein, Antonello da Messina encontraron una forma de experimentar la representación del mundo visible.

Tutto sua mano, así rezaba la clausula de muchos de los contratos. El cliente exigía que fuera el artista personalmente quien lo hiciera, pero no muchas veces era posible. Ahora, el artista alcanza un estatus que alaba su reconocimiento.

Su habilidad e ingenio es capaz de dotar de belleza a la imagen retratada, conmemorarlo para la posteridad. Comienza un género único: el retrato.

¿Qué ha provocado que el hombre quiera una imagen de sí mismo? Un nuevo tipo de vida, de valores y de actitud cívica en la que el hombre se siente centro del Universo y reclama un arte a su medida.

Miguel Ángel, Tiziano crearán las imágenes más potentes para la posteridad

Venecia la ciudad más poderosa de Italia será la referencia de innovación por la belleza del colore. Su gran maestro, Tiziano estará a cargo de crear la imagen poderosa del Dux, viajará por toda Europa e internacionaliza la pintura.

Su fuerza y expresividad será anhelada por papas y reyes. Mientras que Rubens cumple con sus misiones diplomáticas, seduce con su opulenta pintura.

Caravaggio refuerza la fe católica con su dramático tenebrismo. Los tres representan el máximo
exponente del poder del arte.